jueves, 5 de enero de 2012

Integración ya

La fundación Once ha lanzado su último spot publicitario, y como siempre, ha sido todo un éxito. ¡Muy tierno, a la vez que real!, pensamos muchos. Sobre todo ese en el que el papá le dice a su hija Belén que pasará un rato con su vecina Julia, pero que la tendrá que cuidar porque es “especial”.

En este breve relato, Belén sorprende a su padre, y a todos los que hemos visto este anuncio, preguntándole que qué tiene de especial si Julia puede, perfectamente, jugar a las chicas grandes, jugar a las cocinitas y leer historias.


Este anuncio, con la fantástica pregunta de Belén de “Entonces, ¿qué tiene de especial?” si puede hacer todo lo que cualquier niña o niño puede y le gusta hacer, me ha hecho reflexionar sobre lo necesario que es fomentar, aún más, la integración, no sólo en las aulas, sino en la sociedad en general.

Hace no tantos años, era impensable que dos niñas como Belén y Julia pudieran hacerse grandes amigas. Hoy, por suerte y gracias a la labor de fundaciones como la Once, puede darse, y no solo en un anuncio de televisión. Sin embargo, creo que aún nos queda mucho por hacer, pero me atrevería a decir que no para concienciar a los más pequeños, (ellos no lo necesitan tanto como nosotros) si no más bien a los adultos.

Conozco un cuento infantil que trata la integración de una manera animada, a la vez que muy “geométrica”. Se titula “Por cuatro esquinitas de nada”, escrito por Jérôme Ruillier. ¿Lo conocéis? Os voy a hablar un poquito de él, a ver si os animo para que lo tengáis en vuestras aulas, y porqué no, en las estanterías de casa a mano para cualquier momento.


La historia trata de varios amigos, unos que son Redonditos y otro que es Cuadradito. Estos amigos juegan como de costumbre, hasta que llega la hora de entrar en casa. ¿Y dónde está el problema? En que la casa tiene la puerta redonda, ideal para los Redonditos pero imposible para Cuadradito. Este último se esfuerza por entrar en la casa, de veras que se esfuerza, pero le es imposible.

Se estira, se retuerce, se gira... pero sigue siendo imposible. Llegan los Redonditos, incluso, a plantearse en cortarle las cuatro esquinas a Cuadradito (Total, sólo son cuatro esquinas de nada, sus cuatro esquinas...) ¡Pobre! La idea la descartan al instante, dándose cuenta de que el problema no lo tiene Cuadradito, sino la dichosa puerta.


 
¿Dejan en algún momento los Redonditos de ser amigos del Cuadradito? No, ¿por qué deberían hacerlo?

Otra pregunta que se me ocurre: ¿Deberían no jugar juntas Belén y Julia, ni llegar a ser grandes amigas?

Y ya la última: ¿Tenemos que dejar de ir al parque porque Yago se mueve en una silla de ruedas? ...


Cuentos infantiles como este harán que nuestros niños y niñas vayan (o vayamos) aceptando poco a poco que todos somos iguales, a la vez que especiales, independientemente de que leamos letras o leamos puntos, hablemos con palabras que salen de nuestra boca o moviendo nuestras manos o nos movamos de pie o sentados, por ejemplo, hasta el punto de no sorprendernos por ello.

Cuentos infantiles como este harán que nuestros hombres y mujeres vayan (o vayamos) aceptando poco a poco que todos somos iguales, a la vez que especiales, independientemente de que leamos letras o leamos puntos, hablemos con palabras que salen de nuestra boca o moviendo nuestras manos o nos movamos de pie o sentados, por ejemplo, hasta el punto de no sorprendernos por ello.

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